viernes, 26 de diciembre de 2008

El Rumbo

Buscar es fácil, pero no lo es encontrar. Buscarse, encontrarse…
Encontrarse a uno mismo es complicado, buscar es fácil, pero, ¿Dónde buscar?
¿Que esperas encontrar?, a ti mismo. ¿Y tu quien eres?, ¿tu que eres?, ¿dónde estas?
Las introspecciones mas profundas no obtienen resultado, ¿Qué ser? Si nunca has sido.
¿Es esto una búsqueda o un plan de futuro? El futuro, sabes que no existe es imposible saber que ocurre mas allá del ahora, el ahora que ya es antes.
La más absoluta inseguridad cala hasta los huesos. ¿Para que buscar?

Es más fácil dejar la vida fluir… Pero no es fácil sentirse un tronco, mecido a merced de las aguas. Quizás la vida sea una búsqueda. Un continuo devenir. Entonces, ¿la felicidad se busca?, ¿se encuentra?. O buscarla te hace feliz, por no sentirte arrastrado, por saberte con el control del rumbo.

Quizá la felicidad sea la búsqueda.

miércoles, 26 de noviembre de 2008

El fin.

Se hace la luz, el vagido llama a la vida. Los pasos comienzan, el habla surge. El acné taladra la mente. El hogar se pierde, se encuentra la vida. La silueta ennudece.
Llegado el momento el reloj sopla la llama del alma, las manos se agrietan, se encorva la sombra. El pelo blanquea, las gafas aumentan. Empieza la muerte, termina la vida… ¡¿y ahora qué?!

miércoles, 8 de octubre de 2008

Ser. Querer. Tener. Desear.

Ser. Querer. Tener. Desear. Ser, querer. Tener, desear. Ser y querer. Tener y desear. Querer ser. Desear tener. Querer desear. Desear querer. Ser querer. Ser desear. Ser tener. Tener ser.

miércoles, 4 de junio de 2008

Después

De repente, sin saber cómo ni por qué, te encuentras de nuevo con esta situación. Todo da la vuelta, y el revés es, a la par que inesperado, nefasto. Todo lo que empezaba a marchar bien, tras horas de sufrimiento y dedicación se derrumba como un castillo de naipes. Te preguntas por qué, y no encuentras explicación, empiezas a pensar que el determinismo no era un cuento y que estamos condenados a ser víctimas del mañana. Más tarde comienzas a recordar, paso a paso, marcha atrás y todo cobra sentido. Al final cada pequeño movimiento, por ínfimo que parezca, puede tener consecuencias nefastas. Y sin haberlo deseado, sin ni siquiera haberte planteado la más mínima posibilidad de que ocurriera, te das de bruces contra la imprevisión.

La noche me arranca las sábanas de nuevo, tu olor en la cama penetra en mis pituitarias, lo adoré y ahora es el hedor más nauseabundo. Me provoca un tremendo dolor de cabeza. Cojo el abrigo y me calzo unos zapatos. La calle huele a tierra mojada, la memoria me atrapa, ya paso la tormenta. Camino despacio recordando en cada paso la vida, cada esquina, cada acerado, cada bar forman parte de mi. Comienzo a recordar, las lágrimas enjugan mis parpados. Recuerdo que siendo menos niño jugué en esas calles. Niñez, me niego a abandonarla.

Los sinsentidos son comunes en la vida, acostumbramos a engañarnos con la creencia en la suerte. Tardamos demasiado en darnos cuenta de que en realidad nosotros somos lo único que decide. Que el azar es más probable de lo que creíamos. Consecuencias, si las tenemos en cuenta casi nunca actuaremos como queremos de verdad, pero si las obviamos las sufriremos severamente.

Aquella mañana me negué a reconocer mi fallo, desgraciadamente cuando accedí a reconocerlo era demasiado tarde. No encontré pues fallo alguno. Tú te fuiste sin más, todo lo que habíamos vivido juntos, los buenos, los malos, y los incalificables momentos pasaron a ser un mero trámite hacia el momento en el que todo terminó. Comienzan a asomar algunos rallos de sol y tengo hambre, tendré que regresar a casa.

Comienzas a darte cuenta de que en realidad la memoria es un engaño, cualquiera podría recitarte los reyes godos en estricto orden alfabético, o las capitales de los países del mundo, o la alineación de su equipo favorito. Sin embargo cualquier intento de recordar viejos amores, compañeros sentimentales o relaciones de una noche no obtendrá más respuesta que un emotivo suspiro. Quizás sea un poco exagerado pero a grandes rasgos es como lo siento.

Me arrojaste al olvido como quien tira los restos de un suculento filete, frío, que la saciedad no te permite ingerir. He de reconocer que nunca te amé, es cierto que tuve pequeños atisbos de ligeros revoloteos en el estomago, pero al igual que venían volvían a marchar, lo nuestro era diferente. La complicidad era absoluta, pero no era como la que se tiene con aquel amigote con el que vas ha echar unas canastas, o a tomar unas cervezas mientras hablas de temas importantes, como la camarera del ultimo mesón. Era algo, no se, especial. Se que tu tampoco llegaste a sentir mucho, al principio te eclipse con mi personalidad arrolladora, pero una vez que conoces a alguien te das cuenta de que todos somos personas. Se queman las tostadas, que desastre.



Es extraño como tras asegurar constantemente que las decisiones hay que tomarlas con las dosis justas de cabeza y corazón, en repetidas ocasiones tomamos las decisiones en ausencia total y absoluta de estos. Unos extraños impulsos nos mueven ha hacer cosas que la razón no aprueba en absoluto, y aunque parezca raro el corazón tampoco. Y contra todo pronóstico estas decisiones son las que menos dudas suscitan. Las dejamos estar.

No se cómo ni por qué nunca nos dimos una oportunidad, tratamos lo nuestro como algo pasajero y no dejo de pensar que quizás por esto funcionase tan bien. No nos permitimos nunca llevar la relación a un plano más personal, cada uno llevaba su vida y estas asiduamente se cruzaban. Era algo tan imperfecto que rozaba la perfección. El porqué de que nunca fuésemos más allá me lo he preguntado muchas veces, la única respuesta que obtengo es porque fue así como se desarrolló sin más. Lo cierto es que te echo de menos. Tengo sueño, voy a dormir.

lunes, 2 de junio de 2008

Son de la Luna.

Intente olvidarte como cada día.

Pero como cada noche,

mi almohada te recuerda.

Ella bien te conoce.


Ya no se si es sueño o pesadilla.

No se si es mal o fortuna.

Encontrarte en la otra orilla

mientras me mece la luna.


Más quiero olvidarte,

más veces te encuentro.

Mas mi corazón te bendice,

más me lamento


Quizás el insomnio

seria dulzura,

si me liberase

de esta locura.


Sentiré como la daga fría,

la daga de la misantropía,

me apuñala bajo las estrellas.

Mientras mi alegría hace pellas.


Así, como cada día,

el ocaso precede

esta triste melodía.

Partir.

Respira rápido en busca de aliento. Mientras escoge descuidadamente bártulos y más bártulos. El sonido del cierre de la cremallera enmudece sus jadeos. Esta listo.

Se encamina hacia la salida, mira hacia atrás. Dos lágrimas humedecen sus mejillas. Deja tanto que desgraciadamente ya no es nada. No se demora, abre lapuerta y arroja un deprimido suspiro, este es su adiós.

No sabe como, ni porque, pero es la hora de marchar. No es una huida, no esta vez. El momento taladra su conciencia con indescriptibles sentimientos. Con esta victoria a sido derrotado, con esta derrota vence.

Ya no hay marcha atrás, es hora de enfrentarse a la vida. Es muy probable que no vaya bien pero ha de marchar.

Andará buscando durante mucho tiempo. Pero tarde o temprano lo encontrará, se encontrará.

Sin ser consciente ha perdido algo que le llevara mucho encontrar, ha perdido el hogar.

...

Tras la puerta se vislumbra una luz, débil como el llanto de una vela. El flexo ilumina una mesa, tabla blanca sobrepuesta en dos burrillas.Sobre esta una pila de hojas de papel, acompañan otras garabateadas a lo largo de la tabla. Junto a estas un vaso de güisqui, color amarillo tabaco, sobre el que navegan dos fundidos trozos de hielo. Al otro lado un cenicero infestado de colillas, aun humeante.

La tenue luz del flexo ilumina su barba desarreglada. Pluma en mano garabatea veloz, como si las ideas fuesen pasajeras. El rasgueo en el papel se escucha en la profundidad de la estancia.

Las amarillentas hojas de papel son su lienzo. Arruga con desesperación otra más, no es lo suficientemente perfecto.

Hoy

Hay días en los que te despiertas con una extraña sensación. Decides descansar un poco más, hoy no iras a trabajar. Te despiertas pasado el rato y vas a desayunar. Huevos, cereales, café, fruta; hoy saben diferente, mejor. Vuelves al cuarto y te vistes, hoy no harás la cama.

Sales del ascensor y observas que llueve, pero hoy da igual. Cruzas el portal y empiezas a caminar sobre el húmedo adoquinado. Te propones disfrutar del momento, de cada paso, de cada cruce de miradas.

No necesitas paraguas, hoy no. Disfrutas de las tibias gotas de agua que resbalan por tus mejillas. Te sientas en un banco y observas la vida pasar. Los pasos acelerados de la gente huyendo de la lluvia, de aquel afable anciano que llega tarde a la partida matinal.

De repente algo llama tu atención, un hombre uniformado con llamativos colores, escoba en mano. Anda despacio, barre cuidadosamente cada palmo. No tiene paraguas, hoy llego tarde a trabajar, pero le da igual.

Te das cuenta de lo afortunado que es, de lo afortunado que se hace ser.
Para él ayer y mañana también son hoy.

Pequeño Gran Traidor.

En la sombría noche el niño camina apresurado. Busca alcanzar su meta sin demora. Tiene miedo, su respiración es rápida, sus pasos cortos pero intensos. Le asustan las sombras, los lejanos ruidos, el eco de sus pisadas. El corazón late deprisa, vislumbra su meta en el horizonte, solo un poco más.

La envidia del niño permitió que su meta fuese tan magnifica como fraudulenta. El pesado afán de hacerse mayor. El adulto poco a poco fue robando su ilusión,su imaginación, sus utópicas metas que le conducían a un incierto lugar. No eran las metas las que le ilusionaban en realidad, era el camino por recorrer.

El camino fue corto, más triste de lo esperado. Donde están las flores, los lindos valles, el llamativo círculo rojo con la tentadora decimoctava primavera en su centro. Desgraciadamente no hay marcha atrás. El niño desolado observa como abandonó la santa imperfección, ya es tarde para mirar atrás.

Una vez más la cruel edad adulta a cobrado otra victima.
Solo queda la pestilente flor hipoteca y el desértico valle del llegar a fin de mes.
La ilusión de vivir dio paso al deseo de no morir.

Adiós.

Llegado el momento te diriges hacia la escalera. Uno a uno, lentamente,vas subiendo los escalones. Tu paso es inseguro, como si hubiese una vida en cada peldaño. Empiezas a acercarte a la puerta, pero detienes tus pasos en el ultimo escalón, Te dejas caer sobre el, mirando pensativo al infinito. Sabes que no cruzaras la puerta, seria hipócrita hacerlo después de todo.

Escuchando el silencio pasan los segundos, como frías gotas de agua que golpean tu nuca. La tranquilidad se ve perturbada por una calida voz. Escuchas atento y te dejas llevar. Todo parece más claro ahora. Quizás exista una remota posibilidad, quizás.

De repente te das cuenta de lo que ocurre, no es más que un sermón.No es más que eso contra lo que un día te revelaste, todo contra lo que juraste luchar. No permitirás que la esperanza te posea, sabes que todo es mentira.

Las lágrimas asoman por tus parpados, pero no lloraras. Te prometiste ser fuerte. Cada vez eres más consciente.

En el fondo sabes que jamás volverá.

Frio.

Los amigos parten al más allá, les miramos marchar. Las hojas caen tras nuestro reflejo mientras contemplamos, impávidos, el gélido paisaje invernal. Finas gotas precipitándose por el frió cristal. Desde la comodidad del hogar contemplamos esos bellos paisajes. Desde la lejanía apreciamos la riqueza de la imagen sin apreciar su crudeza. Tras el umbral de la puerta el frió araña la piel y hiela el corazón.

Una vez más nos alejamos de la realidad para hundirnos en la superficialidad. Hacemos bello el más crudo instante. La memoria olvida y tergiversa, pero el corazón no.

Sumidos en el calor de las brasas nos adormecemos, vaciamos la mente mientras infames tertulianos de pacotilla vociferan sandeces sobre chusma chupacamaras.

Bien podríamos leer un buen libro, escuchar una buena canción, llamar a un viejo amigo.

Volver a llorar con Amelie.

Esos dias.

Un desagradable ruido te obliga a dejar tu sueño, te extrae de esa absurda y perfecta realidad. Pero una sonrisa se dibuja en tus labios. Te sientes grande, vivo, como el caballero que mata al dragón que ha perseguido durante lustros. Sientes que, dominador, tienes el control sobre lo que acaecerá. Alargas la mano dispuesto a enmudecer el estruendo y regresar al mundo que siempre deseas, o al menos deseaste. Una vez callado cubres tu rostro tapando cualquier rastro de luz, y te dispones a sentirte dueño de tu destino. Eres el caballero que posa triunfal sobre el cadáver de su archienemigo, el dragón tiempo.

Lastima que este no exista y sacrifiques cinco lunas semanales a su costa. Lastima que esa cárcel, tu cárcel, no tenga más barrotes que tu adormecida conciencia. Esa que olvidó, enmudeció por la comodidad de un sillón. Esa que te atrapa en una tétrica rutina de auto-castigo personal.

Aun así no descubres tu rostro y permites que ese halo te ilumine, mejor disfrutar del engaño del dominio temporal. Siempre preparado y dispuesto para hacer nada.

Adormecido en tu lecho tu conciencia te propina pequeños pinchazos en forma de recuerdos. Recuerdos de lo que eras, recuerdos de lo que quisiste ser.

De repente recuerdas que necesitas disfrutar, lo que crees que es disfrutar. Permites a tus pupilas caer para poder hacer lo que mañana no podrás. Mejor soñar dormido, no es calido ni cómodo hacerlo despierto.

Otro domingo más.

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