miércoles, 4 de junio de 2008

Después

De repente, sin saber cómo ni por qué, te encuentras de nuevo con esta situación. Todo da la vuelta, y el revés es, a la par que inesperado, nefasto. Todo lo que empezaba a marchar bien, tras horas de sufrimiento y dedicación se derrumba como un castillo de naipes. Te preguntas por qué, y no encuentras explicación, empiezas a pensar que el determinismo no era un cuento y que estamos condenados a ser víctimas del mañana. Más tarde comienzas a recordar, paso a paso, marcha atrás y todo cobra sentido. Al final cada pequeño movimiento, por ínfimo que parezca, puede tener consecuencias nefastas. Y sin haberlo deseado, sin ni siquiera haberte planteado la más mínima posibilidad de que ocurriera, te das de bruces contra la imprevisión.

La noche me arranca las sábanas de nuevo, tu olor en la cama penetra en mis pituitarias, lo adoré y ahora es el hedor más nauseabundo. Me provoca un tremendo dolor de cabeza. Cojo el abrigo y me calzo unos zapatos. La calle huele a tierra mojada, la memoria me atrapa, ya paso la tormenta. Camino despacio recordando en cada paso la vida, cada esquina, cada acerado, cada bar forman parte de mi. Comienzo a recordar, las lágrimas enjugan mis parpados. Recuerdo que siendo menos niño jugué en esas calles. Niñez, me niego a abandonarla.

Los sinsentidos son comunes en la vida, acostumbramos a engañarnos con la creencia en la suerte. Tardamos demasiado en darnos cuenta de que en realidad nosotros somos lo único que decide. Que el azar es más probable de lo que creíamos. Consecuencias, si las tenemos en cuenta casi nunca actuaremos como queremos de verdad, pero si las obviamos las sufriremos severamente.

Aquella mañana me negué a reconocer mi fallo, desgraciadamente cuando accedí a reconocerlo era demasiado tarde. No encontré pues fallo alguno. Tú te fuiste sin más, todo lo que habíamos vivido juntos, los buenos, los malos, y los incalificables momentos pasaron a ser un mero trámite hacia el momento en el que todo terminó. Comienzan a asomar algunos rallos de sol y tengo hambre, tendré que regresar a casa.

Comienzas a darte cuenta de que en realidad la memoria es un engaño, cualquiera podría recitarte los reyes godos en estricto orden alfabético, o las capitales de los países del mundo, o la alineación de su equipo favorito. Sin embargo cualquier intento de recordar viejos amores, compañeros sentimentales o relaciones de una noche no obtendrá más respuesta que un emotivo suspiro. Quizás sea un poco exagerado pero a grandes rasgos es como lo siento.

Me arrojaste al olvido como quien tira los restos de un suculento filete, frío, que la saciedad no te permite ingerir. He de reconocer que nunca te amé, es cierto que tuve pequeños atisbos de ligeros revoloteos en el estomago, pero al igual que venían volvían a marchar, lo nuestro era diferente. La complicidad era absoluta, pero no era como la que se tiene con aquel amigote con el que vas ha echar unas canastas, o a tomar unas cervezas mientras hablas de temas importantes, como la camarera del ultimo mesón. Era algo, no se, especial. Se que tu tampoco llegaste a sentir mucho, al principio te eclipse con mi personalidad arrolladora, pero una vez que conoces a alguien te das cuenta de que todos somos personas. Se queman las tostadas, que desastre.



Es extraño como tras asegurar constantemente que las decisiones hay que tomarlas con las dosis justas de cabeza y corazón, en repetidas ocasiones tomamos las decisiones en ausencia total y absoluta de estos. Unos extraños impulsos nos mueven ha hacer cosas que la razón no aprueba en absoluto, y aunque parezca raro el corazón tampoco. Y contra todo pronóstico estas decisiones son las que menos dudas suscitan. Las dejamos estar.

No se cómo ni por qué nunca nos dimos una oportunidad, tratamos lo nuestro como algo pasajero y no dejo de pensar que quizás por esto funcionase tan bien. No nos permitimos nunca llevar la relación a un plano más personal, cada uno llevaba su vida y estas asiduamente se cruzaban. Era algo tan imperfecto que rozaba la perfección. El porqué de que nunca fuésemos más allá me lo he preguntado muchas veces, la única respuesta que obtengo es porque fue así como se desarrolló sin más. Lo cierto es que te echo de menos. Tengo sueño, voy a dormir.

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