lunes, 2 de junio de 2008

Frio.

Los amigos parten al más allá, les miramos marchar. Las hojas caen tras nuestro reflejo mientras contemplamos, impávidos, el gélido paisaje invernal. Finas gotas precipitándose por el frió cristal. Desde la comodidad del hogar contemplamos esos bellos paisajes. Desde la lejanía apreciamos la riqueza de la imagen sin apreciar su crudeza. Tras el umbral de la puerta el frió araña la piel y hiela el corazón.

Una vez más nos alejamos de la realidad para hundirnos en la superficialidad. Hacemos bello el más crudo instante. La memoria olvida y tergiversa, pero el corazón no.

Sumidos en el calor de las brasas nos adormecemos, vaciamos la mente mientras infames tertulianos de pacotilla vociferan sandeces sobre chusma chupacamaras.

Bien podríamos leer un buen libro, escuchar una buena canción, llamar a un viejo amigo.

Volver a llorar con Amelie.

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